¿Por qué nos divorciamos?

Mujer, casi todas nosotras soñamos con el matrimonio, sin embargo, la mitad terminamos con un divorcio. ¿Por qué es tan común el divorcio?, y si cada día el porcentaje aumenta más y más, ¿por qué nos seguimos casando? 

Desde niñas, somos criadas por padres que nos aman, nos disciplinan y nos dan confort, bienestar, pero llega un momento en que necesitamos emprender nuestro propio camino. Durante un tiempo disfrutamos nuestra independencia, pero luego, una necesidad más profunda se afianza, y nuestra alma comienza a buscar amor. Buscamos crear conexiones, ser parte de una sociedad, una comunidad, una familia y una red social. Especialmente buscamos un compañero para compartir nuestras vidas.

 

Cuando finalmente encontramos la persona adecuada y nos casamos, disfrutamos la maravilla del vínculo matrimonial. Hasta que, poco a poco comenzamos a darnos cuenta que ganar el amor requiere la entrega de una parte importante de nuestra independencia. Ya no somos capaces de elegir lo que queremos y hacer lo que sentimos. Ahora debemos contar con nuestro cónyuge, y hacer sólo lo que es correcto para ambos. Muchas nos irritamos bajo la carga… y aparece la tensión, el estrés, la tristeza. 

Mujer, Dios nos da la sabiduría para edificar nuestro hogar, si renunciamos a nuestra independencia por amor, vamos estar resentidas con aquellos a quienes amamos, y si guardamos celosamente nuestra independencia, corremos el riesgo de alejar a quienes nos aman. Para que el matrimonio perdure tiene que haber un término medio que nos permita mantener nuestra independencia y nuestro amor.

 

El divorcio es producto del caos que proviene de este conflicto. 

Los deseos de independencia y a la vez de conexión con otra persona son esenciales para el alma humana. Bajo coacción y sometimiento, nuestro espíritu se suprime. Anhelamos la libertad casi tanto como anhelamos la vida. Queremos expresarnos libremente, tener nuestro espacio, la libertad y los medios para hacer lo que elegimos y ser como somos. Todas luchamos con ese conflicto interno, queremos ser independientes, pero luego está la necesidad de amar y ser amada, de necesitar y ser necesaria. El aislamiento mata de hambre al alma.

 

El matrimonio es el producto de nuestro lado complaciente, mientras que el divorcio es producto de nuestra necesidad de independencia, de nuestros intereses personales, inclinaciones y deseos. La habilidad de decidir elegir acomodar y adaptarnos a estas dos necesidades, es el secreto para mantener el matrimonio con vigor y amor. Cuando nos obligan a hacerlo, se nos consume nuestra vitalidad y se seca el amor. 

El matrimonio y sus compromisos no se impone. Es una elección que elegimos libremente, es el justo equilibrio que nos permite mantener nuestra independencia y nuestra necesidad de conexión. Si dentro del matrimonio, nos sentimos limitadas, nos sentimos cautivas y esto drena nuestra sensación de ser, por seguro habrá ruptura.

¡Mujer, estamos capacitadas para hacer ambas cosas sin faltar al pacto de matrimonio!